Como sabes, tengo mi propio negocio enmarcado en los servicios de bienestar y salud desde distintas áreas, entendiéndolo con una visión de 360 grados, o dicho de otra manera, desde una visión holística.

Una de las áreas en las que me enfoco es la relación que las personas tienen con la comida, de nuevo, visto de una manera global. Me formé como coach nutricional e instructora de Alimentación Consciente, y soy Experta en Programación Neurolingüística (PNL) aplicada al ámbito de la nutrición y la salud. Actualmente, estoy finalizando la formación en Terapia Gestalt, en la que llevo más de tres años. (Es una corriente de la Psicología Humanista muy enfocada en el aquí y el ahora. Yo siempre digo que es muy Mindfulness).

En todas estas formaciones no hablamos de calorías ni de kilos. Hablamos de conciencia corporal, de bienestar o malestar con el peso y/o la imagen. Hablamos de los introyectos recibidos de las personas que nos han criado, sobre cómo nos han contado que debemos estar, cuánto o qué alimentos tenemos que comer. Hablamos de los premios o castigos que supone la comida según el día que hayamos tenido, del esfuerzo que implica ir a una fiesta o evento social cuando se está en un proceso de querer bajar peso (independientemente del motivo) o de cómo el entorno opina sobre los cuerpos cuando no son normativos en cualquier aspecto.

Una profesión como la mía va más allá de decirle a una persona lo que tiene o no que comer. Mis clientes son adultos, así que esa parte, más o menos, es sabida por todos. Si fuera así de sencillo, no existirían muchas de las profesiones que giran en torno a la imagen, el peso y, ni hablar, de las campañas publicitarias en el mercado de la alimentación. Solo en EE.UU., la industria de la dieta y la cultura de estar delgado mueve millones de dólares cada año.

¿Sabes por qué no es tan sencillo? Porque no somos robots. Simple y llanamente.

No tengo nada en contra de las dietas, pero en mi experiencia personal y laboral, en general, si no van combinadas con un cambio de hábitos diarios, un incremento de la conciencia y, sobre todo, un aprendizaje en la gestión emocional, es difícil que los resultados permanezcan en el largo plazo.

Si bien una dieta restrictiva o incluso aquella que elimina ciertos macronutrientes por completo tiene un efecto directo en el peso (además de las posibles consecuencias clínicas que puede acarrear), no es sostenible en el largo plazo.

Todos los macronutrientes son necesarios. El cuerpo necesita proteínas, grasas e hidratos de carbono. No en la misma cantidad, pero sí de todos ellos. Pero también necesita una buena higiene del sueño, tiempo para tener vida personal, relaciones personales saludables, emociones agradables, practicar deporte, desconectar del mundo digital y ser consciente de cómo se come lo que se come. Y todo esto no se trabaja contando calorías.

Siempre abogo por tener en cuenta un compendio de factores que influyen, y mucho, en nuestro día a día.

Un coach nutricional acompaña a su cliente en la consecución de objetivos de una manera flexible. Y lo que más me gusta ver no es la bajada de peso (si es que ese es el objetivo marcado), sino cuando la persona me dice que se siente mucho mejor cuidándose, tomando decisiones sobre la elección de sus alimentos, comiéndolos sin culpa y de una manera consciente. Darse cuenta de patrones de conducta forma parte de estos procesos y, desde ahí, hay mucho logrado.

Si crees que puedo ayudarte en tu proceso de cambio de hábitos saludables, tienes una relación complicada con la comida o sientes que las emociones se apoderan de ti cuando te sientas a la mesa, puedes contactarme y, sin compromiso, vemos si puedo acompañarte para mejorar este proceso.

Si te gusta comer tanto como a mí, debemos honrar el alimento para degustarlo y disfrutarlo, y no utilizarlo como anestesiante emocional.

Vanesa Martín Bienestar | Contacto | Coach Nutricional