No pretendo con el título elegido hacer ningún tipo de populismo y conceptos demagógicos sobre la vida.
En mis redes sociales sigo a muchas personas del sector del autoconocimiento y terapias de tercera generación y todo aquello relacionado con el autocuidado y el bienestar, del cuerpo y la mente, desde el mundo de la nutrición, el deporte, el yoga, la meditación, la espiritualidad, el coaching o la psicología.
En definitiva, todo ello te lleva a conocer más tus límites y tus anhelos, tus deseos y tus auténticas necesidades. También te lleva a conectar con tus limitaciones y en un punto más, los boicoteadores propios.
Algo que he vivido en primera persona pero que también he compartido con otros compañeros que, de una forma u otra se dedican a acompañar a personas en sus procesos de autoconocimiento es que, una vez que estás en el camino, nunca llegas a ninguna meta pero tampoco te sales de él. Quizá el camino, a veces, tiene más curvas de las esperadas, entras en puertos de montaña oscuros, sin luz, con piedras que se han caído a la carretera que tienes que esquivar, saltar o incluso golpearte con ellas pero, siempre seguir. No salirse de ese camino.
De forma cómica y, frívola, algunas veces decimos que es un proceso parecido al de una secta porque, una vez que entras es difícil salir. Y sabes por qué? Pues porque, en la educación tradicional y en la formación que recibimos en los colegios no nos enseñan a conocernos y a saber lo que queremos de verdad. Lo que sí sabemos es lo que se espera de nosotros, lo que marca la tradición familiar o incluso la social. Pero cuando, eres adulto y por una situación u otra comienzas a cuidarte de verdad, tu parte más interna, comienzas a hacer cambios, más o menos grandes y con el tiempo comienzas a sentir, de forma sutil, los beneficios.
Generalmente estos procesos se comienzan por situaciones de sombras, de oscuridad, de golpes de la vida, de acontecimientos incómodos o cambios drásticos, en ocasiones forzados. Da igual, bienvenida sea esa gota que colmó el vaso.
El proceso de autoconocimiento va de dentro hacia afuera y no al revés.
Vivimos en una sociedad que busca la premura en todo, principalmente en los resultados. No os voy a negar que yo también. Trabajar la paciencia es lo que más me cuesta y sobre todo en un proceso de emprendimiento. Es un entrenamiento diario que solo, se puede entender si lo vives en primera persona. La meditación ha sido y es mi chaleco salvavidas, día a día. Me mantiene estable en momentos difíciles, no siempre, por supuesto. No soy un robot y además parto de un carácter con temperamento y esa es mi esencia. Es algo que está en mí, que voy aceptando y que, como todas las cualidades, es un arma de doble filo. Esa fuerza y energía me ha facilitado conseguir muchos resultados en otra etapa laboral de mi vida y poder alcanzar reconocimientos, pero, no atada en corto, también, me ha conectado con la ira, la rabia y la frustración.
Muchas personas de mi entorno me dicen que la meditación no es para ellos y cuando les pregunto los motivos, me dicen que no pueden, que su cabeza no cesa de pensar… y claro, es que es lo normal. Meditar no es poner la mente en blanco, sería como intentar para un riñón durante unos minutos. Nadie se cuestiona eso verdad? Por qué vamos a querer parar la mente? Lo que si vamos a pretender es aquietarla, es serenarla, es saber donde está en cada momento, es que seamos nosotros los que dirijamos su atención hacia lo que nosotros queremos y no ella a nosotros.
Pocas cosas en la vida he probado que alcancen los beneficios sobre la mente y el cuerpo que facilita la meditación, de forma sana y no química. Eso sí, los resultados no son corto placista. Hay que ser paciente, perseverar y querer aceptar todo lo que vamos a ver de nosotros mismos. Es un trabajo duro ya que todos tenemos luces y sombras, pero, de lo segundo, no queremos escuchar hablar porque, eso, no nos gusta. Encima en algunas ocasiones nos obliga a tomar decisiones, a salir de nuestra zona de confort y claro… eso duele, escuece, hace daño… Pero créeme, que una vez que pasas esa montaña, ya el resto no serán iguales. No te miento, habrá otras pero tú ya las vas a subir de otra forma, más sana.
La meditación nunca es sustitutiva de ninguna terapia psicológica o psiquiátrica. Es, en todo caso complementaria. No hay intrusismo de ningún tipo porque son cosas diferentes. Es más, si Mindfulness, está teniendo tanta divulgación y aceptación en occidente en los últimos años es porque estos profesionales de la salud están siendo conscientes de lo beneficioso de anexar ambas.
Este verano coincidí con una psiquiatra en una formación. Recordaré siempre lo que dijo “me he formado en Mindfulness porque quiero que mis pacientes no tengan que llegar a mi consulta”. Es algo que voy a recordar siempre.
Trabajar nuestra parte sana, es casi nuestra responsabilidad. Dar luz a esas sombra, de manera consciente y abrazarnos con compasión. Nunca dejas de aprender en el camino del autoconocimiento y eso es, bajo mi humilde opinión, un regalo. Siempre seremos aprendices. Somos la única persona que va a estar siempre con nosotros. ¿No crees que merece la pena que te conozcas bien?
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Vive con consciencia. Vive con Bienestar.
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